“La libertad, Sancho,
es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella
no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por
la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el
contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”
Entonces nada importaba, sólo
sumergirse al interior de un castillo distinto, donde dos locos reinventaron
molinos de viento, a Toribio y Dulcinea, a Rocinante y gobernantes, soñando
despiertos cada domingo para olvidar un poco el encierro en ese castillo muy diferente
al de sus cuentos, un castillo de hierro, un castillo donde entran y salen muy
seguido, los de afuera unos ignorantes y
“nosotros” los de adentro…por “muy sabidos”.
Un castillo que tiene tantos
nombres como hombres en su historia, que alberga muchas mentes contagiadas por
una sola utopía, un castillo que hoy en día nuevamente intenta hacer de las
suyas, callando a los de afuera pero cuando ya los tiene adentro lo que más le
agobia es el silencio de ellos.
(Inspirado en la obra de teatro "La razón blindada" de Arístides Vargas,
Teatro Malayerba)