domingo, 14 de abril de 2013

"Vamos Panza, tu locura es deliberada...la mía no"


“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”

Entonces nada importaba, sólo sumergirse al interior de un castillo distinto, donde dos locos reinventaron molinos de viento, a Toribio y Dulcinea, a Rocinante y gobernantes, soñando despiertos cada domingo para olvidar un poco el encierro en ese castillo muy diferente al de sus cuentos, un castillo de hierro, un castillo donde entran y salen muy seguido, los de afuera  unos ignorantes y “nosotros” los de adentro…por “muy sabidos”.

Un castillo que tiene tantos nombres como hombres en su historia, que alberga muchas mentes contagiadas por una sola utopía, un castillo que hoy en día nuevamente intenta hacer de las suyas, callando a los de afuera pero cuando ya los tiene adentro lo que más le agobia es el silencio de ellos. 

(Inspirado en la obra de teatro "La razón blindada" de Arístides Vargas, 
Teatro Malayerba)

martes, 12 de febrero de 2013

Viva!

Después de algún tiempo -y sólo después-  tenemos la oportunidad de regresar a ver esas heridas y ver cómo nuestras manos cansadas de sostenerlas, se hicieron más fuertes.
Ahora cabe la posibilidad de sonreír con el pasado y ver cuánto hemos aprendido, cuánto hemos crecido y cómo hemos caminado. No me he muerto, no lo haré. Resulta escalofriante y bastante lúgubre recordar aquellos días donde el corazón no quería latir más y me da mucha nostalgia por haber perdido horas entre lágrimas que ya resultaban vanas. Necesitaba aprender, es verdad. Pero la decisión de abandonar ese letargo era solo mi voluntad.  En fin, es tarde para arrepentimientos.

Aprendí que no puedo delegar mi felicidad a nadie, que eso está mal. Porque hay personas que no saben quedarse, otras que no quieren y unas últimas que no lo harán, porque no hay razón para hacerlo. Mi felicidad no depende de los mil te quiero que me puedan gritar, ni de un te amo que me quieran prometer, peor aún de  atardeceres entre sábanas o de noches de pasión.

Mi felicidad se construye con mi compromiso de vida, por las tantas cosas que me quiero jugar, por las mil locuras que quiero cometer y por el sin fin de te amos que quiero gritar. Mi felicidad la consumo en el escenario, cuando se abre el telón, entre los disfraces, con las máscaras. Mi felicidad está en las calles, con el puño en alto, con los pies cansados, de la mano de mis compañeros, robando besos de algún amante, compartiendo momentos de amor. Mi felicidad la comparto con quien cierra mis ojos con sus labios para juntos alcanzar las estrellas, quien se queda conmigo en  lo efímero de un suspiro. Mi felicidad no se llena con halagos ni promesas absurdas, sino con palabras sinceras, con colores que pintan mis estrategias, con pinceles que definen mis tácticas. Con alegrías que dibujan en mí una sonrisa exacta.